Azul


Hay sangre en la nieve. Hay un aliento frío, y manos congeladas, un rubor cincelado en las mejillas, la piel como la porcelana... Tal vez se rompa igual de fácil o sea mil veces más fuerte, pero hay sangre en la nieve.

Hay rojo en la nieve. El día no es cálido y la luna no está presente, la tormenta no cesa y la escarcha congela las pestañas que la contemplan, el frío traspasa las capas de ropa y se convierte poco a poco en humedad, hay rojo en la nieve.

Hay una rosa en la nieve. El suelo yace completamente blanco, resplandece, y la tormenta ha cesado, la luna se trasluce entre las nubes, el viento de pronto ha dejado de soplar, y mis manos ya no están frías.

Hay una rosa en la nieve, en el lugar en que, quizás, debería estar mi corazón.

Se siente extraño... el dolor, no el físico, claro, hablo del dolor real, esa incomodidad que se genera en el pecho y lo mantiene apretado unido por un nudo a tu garganta, el tipo de dolor que te frunce el estómago y te irrita los ojos pero no quieres sacar lágrimas. Creí que había logrado sepultar cada recuerdo y por fin pasar la página, pero parece que me equivoqué, las viejas heridas siempre sangran.

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