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Mostrando entradas de septiembre, 2015

:)

Un ángel me contó que ya no tienes cerraduras que el único candado que quedaba en ti se congeló y así ha quedado que has perdido amigos que has ganado amigos que todo el mundo sigue girando y que tu giras con él y que las cuerdas arrancaron por primera vez, para todos un secreto congelado de tu alma una voz que se podía romper aquello que siempre pensaste compartir y aquello que nunca pudo ser porque fuimos, somos y seremos como bien has dicho nada.
Ojalá supieras, que yo siempre he estado dos pasos tras de ti, que nos hayamos encontrado ahora, eso, es mera casualidad.
¿Por qué no me siento como si fuera yo? Todo de repente me parece incorrecto y doloroso, cada palabra cariñosa se me atasca en la garganta y se me va a los ojos, tantos nudos dentro de mí que no dejan escapar ni un suspiro. ¿Por qué me siento como otra persona? Alguien que mira a través de mis ojos, que siente a través de mi cuerpo y no siente nada, no ve nada, no imagina nada. ¿Por qué no mejoro con el tiempo? Se me acumulan las ganas de salir corriendo y olvidarme de todo lo que ha pasado, tengo ganas desde hace tiempo, de olvidar todo. ¿Por qué todo es extraño? Y se ha vuelto... irrenunciable.
Somos testigos de esta banda elástica, de este sube y baja irrenunciable, de esta goma que se estira pero nunca se separa ni se fragmenta, somos testigos de que no podemos sacarnos de la vida del otro. No importa cuando tiempo pase, somos necesarios. Tal vez eso es la verdadera amistad.

Hubo...

Hubo pocos momentos en los que fui capaz de amar la lluvia. Pocos días de sol que realmente se sintieran como un día feliz. Pocas sonrisas que se contagiaran en mi rostro. Pocas risas verdaderas. Hubo pocos momentos en los que me sentí capaz de subir a un árbol. Pocos momentos en que me detuve a recoger las hojas que caían. Hubo pocos pasos en direcciones correctas. Hubo poca vida. Otra vida.
Soy un cristal trizado al que le dibujaron una sonrisa con el poco aliento que quedaba.

Ana (II)

A veces Ana se perdía a si misma, una angustia austera la embargaba y sus lágrimas quedaban en sus ojos mientras ella miraba hacia arriba para no dejarlas ir. A veces a Ana le hablaba su demonio, ese que nos tortura a todos, ese que nos incapacita cuando estamos asustados, ese demonio no la dejaba comer, hacia que le costara dormir, beber incluso respirar. A veces Ana quería morir, y luego se daba cuenta, de que ya se estaba muriendo.

Ana (I)

Ana se estaba muriendo. Se iba muy de a poco y nadie parecía darse cuenta. A veces se le iba el habla, y pasaba los días en completo silencio. A veces se le iba el color, y parecía pálida como un fantasma. A veces dos ojeras se colgaban de sus ojos como tristes marcas entre rojas y violetas. Nadie parecía darse cuenta de que pronto iba a desaparecer.

El día de mi muerte #1

La mañana del uno de Diciembre desperté con la certeza de que iba a morir. Estaba claro, fue lo primero que se me vino a la mente al despertar, "hoy es el día" me dije para mí, y una vez que lo hube comprendido el resto del día pasó como si fuera un sueño, me levanté con la sensación de ser un fantasma, sintiendo manos y piernas vagas como cuando estás muy resfriado y te toma la fiebre, como cuando te duele la espalda solo por el hecho de estar de pie, como cuando arrastras los pies porque los tienes dormidos. Por un momento se me ocurrió que quizás debería decirle a alguien que me iba a morir, tal vez pedir una disculpa a alguien con quién tuviese un problema pendiente, a lo mejor despedirme de alguien especial, ¿me creería alguien? por un momento me quedé tiesa en la cama, sentada mirando al suelo, ¿tendría alguien más esa sensación en los huesos?, ¿ese escalofrío en la mente?, ¿mi andar de fantasma?, ¿mi angustia interna?, ¿sabría alguien más que yo hoy iba a morir? mi