Ana (II)

A veces Ana se perdía a si misma, una angustia austera la embargaba y sus lágrimas quedaban en sus ojos mientras ella miraba hacia arriba para no dejarlas ir.

A veces a Ana le hablaba su demonio, ese que nos tortura a todos, ese que nos incapacita cuando estamos asustados, ese demonio no la dejaba comer, hacia que le costara dormir, beber incluso respirar.

A veces Ana quería morir, y luego se daba cuenta, de que ya se estaba muriendo.

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