Fragmento de la Casa al final del Puente c:

La noche parecía haber cubierto por completo Casa Espada, la oscuridad reinaba en cada pasillo y habitación, ni siquiera el tragaluz que dominaba la planta principal dejaba pasar el atisbo de una estrella, y el frío parecía colarse por cada rendija de ventana y puerta, no daba tregua a nadie.

Aly continúo caminando pese a que su aliento dibujaba espirales en el aire, la luz se había cortado por la tormenta pero los candelabros le habían servido de lámpara en la oscuridad, temía que en algún momento la cera derretida cayera sobre su mano deslizándose por el bronce, pero no llegó a pasar, con mucha precaución Aly bajó la escalera y caminó hasta la puerta principal, el tragaluz absorbía con su grueso vitral el sonido de la lluvia, pero no podía hacer nada con los ruidos de los truenos.

-Una tormenta - susurró para si misma.

La última vez que había habido una tormenta una chiquilla había caminado en el Puente Viejo, o como  lo llamaban los habitantes de Assrai, el Puente de la Niebla, y se había perdido para siempre, pero de eso habían pasado ya años, y la leyenda provenía no de las gentes de Assrai sino de Yutta, allí donde la marea canturreaba en las orillas de un paseo de difusos finales, Aly nunca había escuchado el final de la historia, sin embargo todo parecía indicar la muerte de la niña, o su eterno vagar por un puente que parecía a ratos no tener final.

-Afuera llovía - murmuró Aly dejando marcas en la ventana que se encontraba al costado de la puerta, así era como el relato comenzaba pero ¿qué le seguía? la joven no podía recordarlo, era una historia vieja, una historia que según le había dicho su abuela, llevaba rondando cerca de catorce años.

Movida por un extraño impulso Aly dejó el candelabro en la mesa del recibidor y sacó el anorak de la percha, una vez que se hubo abrigado bien, rebuscó en los cajones del mueble en el que generalmente dejaba el correo, en situaciones de emergencia, siempre había una linterna en el recibidor. Armada pues, con las llaves de la casa, el móvil, sin señal y con la mitad de batería, sus botas de goma blanca, el anorak celeste como el cielo claro y la linterna, Aly se adentró en la tormenta, sus pasos perdidos entre el ruido del rugir del cielo.

-No había luz - recordó - y el mar rugía.

Esa noche tampoco había electricidad, y el mar, a pesar de estar más distante de la costa que en Yutta, se mecía sin parar, rompiendo sus olas en las grandes rocas de la costa, el sonido hacía que cualquiera se sintiera calado hasta los huesos, aún si no estuviera bajo la lluvia. Aly siguió el camino por el que sus pies la llevaban, las calles de Assrai eran angostas y era fácil perder el camino, pero sus pasos permanecieron seguros, como si su mente la estuviera guiando a un lugar familiar, lejos del peligro.

-Cómo cuando camino a casa - pensó Aly para sí.

Poco después de ese pensamiento, su caminar se detuvo, Aly trató de ver a su alrededor, pero solo podía ver el asfalto mojado y un camino de arena que le indicaba el recorrido hasta la playa, solo entonces recordó la otra frase crucial de la historia antigua, iluminando hacia adelante, Aly dio un paso más.

-Había niebla en el puente - dijo en voz alta.

Y cuando terminó de decirlo, una silueta se dibujo en la niebla y lo que parecía ser una persona cayó desmayado en sus brazos.

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