Almas gemelas


Eran dos mitades.

Uno para el otro, lejanos y cercanos a la vez, tan similares y tan diferentes que el tiempo parecía detenerse cada vez que se miraban, cada vez que hablaban, cada vez que compartían.

Ella era a mitad confundida, aquella cuya mirada se perdía en el infinito sin distinguir bien lo real de lo imaginario, o el cielo de la tierra, su interés se pedía entre las nubes vagas, en el olor del aire que acusaba primavera, la tierra recién mojada, el viento golpeando firmemente entre sus dedos y su cabello luchando contra él en busca de conservar aquella coleta imperfecta que tanto la caracterizaba.

Él era la mitad altiva, la de mirada despectiva, parecía dispuesto a comerse el mundo, a conquistarlo todo o quemar hasta los cimientos solo con la intensidad de su mirar, su sonrisa delataba esa comisura soñadora que pocos lograban identificar.

Ella también compartía esa sonrisa, pero un toque de lascivia en el extremo correcto dejaba ver la mella que hacia en ella el paso del tiempo, las personas importantes, lo irrelevante. Alrededor de ellos todo se hacía inexistente, vacío, desconocido, dejando expuestas sus realidades tan distintas y tan iguales a la vez, con pasados distintos, con pensamientos cercanos, con almas gemelas y palabras distantes. Tenían fantasmas cada quién por su lado, no iban a compartirlos aún, no mientras no se enfrentaran, y de hacerlo se vería como el tiempo giraba en su curso otra vez, plantarse batalla y mirarse a los ojos era para ambos un tema de principios.

Pero tan iguales como eran esperaban que el otro diera el primer paso, ese fue el primer error.

Y entonces ella tomó una decisión, sus ojos se cerraron a la fantasía, manteniéndose firme en la tierra y sintiendo el viento una vez más para permitirle peinar su cabello, liberó la comisura de su boca en una sonrisa, escondió la timidez de su rostro y lo enfrentó.

Él la miró a los ojos, un reto silencioso, humor en el fondo de sus orbes, dos almas gemelas preparadas para presentarse, para conocerse, para convivir, para compartir las melodías y los acordes que el destino había pauteado para ambas.

Ella le plantó batalla a esa mirada intensa, pensando en quedarse, pensando a su vez en correr.

El la besó antes de que se fuera.

El tiempo siguió su curso.

Su historia comenzó.

Una sola alma, hecha de almas gemelas.

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