Hermosa


Ella era hermosa cuando estaba rota.

No me malinterpreten, ella era hermosa a todas horas, algunas veces más que otras, pero siempre hermosa. Con el pelo desordenado de la mañana, algún resquicio de líquido seco a un costado de su boca, las ojeras oscuras por dormirse tarde, ella era hermosa entonces, a lo mejor a primera vista no lo parecía pero en cuanto habría los ojos y sonreía... Ya no había defectos, solo una mujer hermosa, despertando de una noche larga, una mujer cansada regalándote su primera sonrisa del día.

También era hermosa al comer, cuando la salsa de la pasta le quedaba en la comisura de la boca, y por mucho que la limpiara quedaba más roja esa pequeña porción de su labio, era hermosa cuando servía los platos decorados con amor y cariño, era hermosa cuando daba el postre junto a un beso en la mejilla, y cuando levantaba la mesa apurada para alcanzar a lavar los platos con agua caliente del hervidor para el café.

Era hermosa de noche, antes de dormir, con esos pijamas que podían o bien ser una polera desgastada y unos pantalones sueltos, unos shorts de seda blancos o un pijama de polar rosa para las noches más heladas, se veía hermosa así, cansada, lista para la cama, lista para ser abrazada hasta dormir, o lista para ponerse los audífonos y dormir arrullada por las voces de sus amigos.

Pero era más hermosa cuando estaba rota. Las lágrimas caían por sus mejillas una y otra vez en gruesos goterones, volviendo sus ojos rojos y dejando ver esas tres manchitas que le aparecían cuando lloraba o estaba triste, la manchita roja bajo su ojo izquierdo, la de su sien derecha, y la que que jugaba abajo en su mejilla, se veía hermosa en mis brazos, frágil como una mariposa en invierno, frágil en mis brazos, frágil y desprotegida en el mundo, pero aún así, cuando su llanto cesaba, se limpiaba las lágrimas con las mano y se levantaba como si aquello solo hubiera sido un mal pasar, un minuto alocado, entonces yo la encontraba verdaderamente hermosa, porque aquella mujer frágil a la que tanto le dolía el peso del mundo, estaba lista para vivir otro día más.

Esa valentía la volvía hermosa a mis ojos.

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