Una rosa negra con espinas verdes

Una vez, en un jardín lleno de flores bellas, hermosas, coloridas y de flores poco agraciadas, rencorosas y marchitas, un pequeño botón salió a la luz desde un pequeño brote verde en el suelo, tenía una familia amplia, extensa y amorosa (a su manera) así que en sus primeros años el botón creció feliz, amaba a las flores que le rodeaban y quería ser como ellas cuando se abriera y mostrara su verdadero corazón, con el tiempo otros botones de flor, por envidia o quién sabe por qué, comenzaron a insultar sus hojas, a llamar pequeño a su tallo, a decirle que como flor se marchitaría antes de que uno solo de sus pétalos viera la luz.

A ese botón le salieron espinas.

Eran pequeñas, puntiagudas y letales, dotadas de belleza pero impregnadas en veneno, una de las flores que aún no se abría, atraída por esas espinas intento acercarse a la pequeña rosa quién recién comenzaba a descubrir lo que era, pasó con ella un tiempo, pero las heridas que la espina le ocasionaba terminaron demostrando quién era en realidad la flor, y se dieron cuenta de que no podía funcionar.

Y así fue, año tras año, engaño confesado a punta de espinas, y dolor causado por ser una rosa a la que no dejaban crecer.

Entonces llego la primavera, y la rosa dio a conocer una inusual coloración... sus pétalos eran negros, y sus espinas ya estaban crecidas y oscurecidas.

Floreció, harta de flores que no merecían sus espinas, de flores que no comprendían el dolor.

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